La tomografía por emisión de positrones (PET o TEP) ya ha demostrado ampliamente su potencial para detectar enfermedades antes de que las señales puedan ser percibidas por otras pruebas por imagen. Por eso, queremos dedicar este artículo a explorar su uso y, concretamente, su utilidad para el diagnóstico y el tratamiento del cáncer.
Cambios químicos y fisiológicos vs cambios estructurales
Cuando hablamos de la tomografía por emisión de positrones, podemos decir que nos centramos en los primeros. Mientras otras pruebas se focalizan en la estructura de órganos y tejidos, la TEP permite observar la actividad en los mismos. Esto es justo lo que permite detectar algunos tipos de anomalía antes que con otras pruebas diagnósticas por imagen.
¿Cómo funciona? En el caso del cáncer, podríamos resumirlo con la idea de que las células cancerosas consumen más energía que las células sanas. Al inyectar en el paciente un marcador radiactivo unido a la glucosa, logramos que las células tumorales lo atraigan en mayor medida. Aparecen, pues, destacadas en la imagen, y esto es lo que permite el diagnóstico.
¿Quiere decir esto que la TEP no tiene limitaciones? No, pero sí que ofrece una posibilidad de detección que no tienen otras pruebas. Para responder a estas limitaciones, de hecho, muchos especialistas unen la tomografía por emisión de positrones y la tomografía computarizada: a esta prueba la llamamos TEP-TC.
La ventaja de esta combinación es que podemos contar con una imagen 3D en la que aparecen reflejados tanto cambios estructurales como cambios fisiológicos y químicos. Así, logramos una mayor fiabilidad en nuestros diagnósticos.
Las posibilidades de la tomografía por emisión de positrones en el diagnóstico y el tratamiento del cáncer
Como decíamos, la TEP y la TEP-TC suponen un avance en la detección del cáncer, pero también para su tratamiento y seguimiento.
En primer lugar, podemos ver en la imagen cuál es el mejor lugar para llevar a cabo una biopsia. Y, en el caso de que sea necesario, nos servirá después como herramienta para planificar el tratamiento de radioterapia.
Pero ¿cómo evaluar el tratamiento? Al ser la TEP una prueba que permite valorar la actividad, y no solo la estructura, de órganos y tejidos, podemos ver si las medidas están funcionando correctamente. En caso de que no sea así, pues, podría darnos un margen para modificarlas y obtener mejores resultados. También en el caso de que el cáncer vuelva a aparecer incluso una vez finalizado el tratamiento, esta prueba nos puede ayudar a detectarlo.
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